LA CASA RUSIA
Hola y bienvenidos a esta intermitente sección para nuestro apartado de cine, que me he decidido a inaugurar este mes, y con la que pretendo recuperar algunos de mis títulos favoritos de siempre. Irán llegando sin orden aparente, sin más criterio que el ritmo al que vayan acudiendo a mis recuerdos las películas que en su día consumí vorazmente. En la actualidad, la falta de tiempo me ha vuelto más selectivo con el cine y con todo, pero me apetecía rescatar para mí mismo, y de paso compartir con vosotros, una especie de recopilación de mis momentos favoritos del cine. En unas ocasiones se tratará de películas más comerciales o conocidas, en otras serán de corte más clásico, pero el tratamiento será siempre el mismo: Escogeré una escena representativa de la película en cuestión y la narraré a mi manera, con la intención de que su lectura os invite a revisionarla – si ya la habéis visto – o a acercaros por primera vez a ella.
Para esta primera vez he escogido una escena de “
La historia arranca en
La mejor baza de la película es haber conseguido colocar la trama de espionaje - prioritaria en la novela y muy elaborada - en segundo plano, dejando que gane protagonismo la historia de amor que se gesta entre Barley Blair y Katya, prácticamente desde el primer momento, cuando el MI-6 somete a Blair a una interminable sesión de diapositivas para que identifique a los posibles implicados. Blair va contemplando las fotos con hastío e indiferencia. De repente, aparece una mujer. Tiene unos treinta y dos o treinta y tres años. Lleva el pelo castaño claro recogido. Mira a algo o a alguien con gesto preocupado, a la izquierda del fotógrafo oculto. Al verla, Blair se yergue en su silla, visiblemente interesado. Pregunta al resto de la sala:
- ¿Ésa es Katya?
- La misma. ¿La recuerda ahora? – le responde alguien.
La cámara se acerca entonces lentamente. Se detiene en un primer plano del rostro cansado de Blair. Su mirada se ilumina y su boca se distiende en un amago de sonrisa. Finalmente cabecea y dice: “No tengo esa suerte”.
Esta escena sirve para abrir boca y como declaración de principios de la película, pero la que os quería narrar este mes es otra, más próxima al nudo del filme. Katya y Blair llegan a conocerse. Éste se ofrece a publicar los cuadernos de Dante, pero queda fascinado en todo momento por ella, hasta el punto de que no puede quitársela de la cabeza a su regreso, en las semanas que pasa recibiendo entrenamiento y sometido a intensos interrogatorios por parte de los servicios de inteligencia. Durante los posteriores encuentros, a medida que avanza la operación, se va forjando entre ambos una incipiente relación, en la que él va consiguiendo poco a poco minar la inicial reticencia de ella. En su definitiva visita a Moscú, en la que se cerrará el trato, Blair está decidido también a declararle su amor a Katya. Ha traído regalos. Pasan todo el día juntos, con la familia de Katya, mientras ultiman detalles para la entrega del libro. Luego van al modesto piso de ella, donde vive con sus hijos y con Matvey, el anciano tío de Katya. Después de cenar, Matvey sirve vodka y comienza a narrar en un ininteligible ruso el sitio de Leningrado. Blair no comprende. Desde la cocina, Katya comienza a traducir algunas frases. Blair se acerca hasta ella y la interrumpe:
- Te quiero.
Ella, visiblemente turbada, titubea y trata de continuar con lo que estaba diciendo, hasta que el repite de nuevo:
- Te quiero. Mis anteriores fracasos me han preparado para conocerte. En toda mi vida he sentido algo como esto. Es...un amor desinteresado, un amor adulto. Tú lo sabes.
- Barley, por favor...
- Es un amor maduro, absoluto y ... emocionante.
- Has seducido a toda mi familia – le reprocha ella – Mis hijos creen que los ingleses son como tú. Una especie de Santa Claus con un hermoso traje de lana.
- Yo no soy Santa Claus. Casi nadie es lo que parece. Excepto tú.
El gesto de Katya se vuelve serio en ese momento.
- Espero que no hables con frivolidad, Barley. En mi vida sólo hay espacio para la verdad.
En ese momento, y ante la extrañeza de ella, Barley descuelga un cuadro de la pared y lo usa para apoyar un papel, tal como le han enseñado sus “amigos” espías. Le indica silencio a Katya y escribe “El manuscrito llegó a manos de la inteligencia británica. Me envían ellos. Jacob lo sabe.” Y luego le susurra al oído: “Estoy contigo”. Se miran. Se abrazan. Cuando la película recupera esa escena, están en el dormitorio de Katya, sobre la cama. Se desvisten lentamente:
- No hagas ningún ruido – dice ella – Si vienen los niños, vístete y actúa con naturalidad.
- Les diré que te quiero.
- No pienso traducir eso.
- ¿Puedo decírtelo?
- Siempre que no hagas ruido.
- Tradúceme esto: Ahora tú eres mi única patria.
La cámara gira hacia un lateral, como si respetara la intimidad de lo que va a suceder, mientras se ensancha a su alrededor la elegante banda sonora de Jerry Goldsmith llenando la habitación, la ciudad, la helada noche moscovita. Afuera, muy lejos de ellos en ese momento, quedan el telón de acero, la guerra fría, los intereses cruzados de las tres naciones más poderosas de la tierra. Sólo están ellos. “Ahora tú eres mi única patria”
Para lo demás, tendréis que ver la película. Espero que os apetezca. Hasta la próxima.